domingo, 10 de enero de 2016

Nativo 3 en 1 | Ñangapirí [Eugenia uniflora L.]




Por Renata Hanow | Para Hora 25 Forestal

El ñangapirí es uno más de los árboles autóctonos de la Argentina. Es especial por su porte pequeño pero muy productivo. Además de ser medicinal, es altamente nutritivo por sus frutos, llamados cerezas de esta tierra, y una opción interesante de cultivo y variedad de frutos para consumo interno.

De la familia Myrtaceae (Mirtáceas) el ñangapirí en idioma tupi-guaraní o pitanga es un árbol frutal nativo del norte de Argentina, sur de Brasil y países limítrofes. Sus nombres comunes son Arrayán, Capulí, Cereza/o de Cayena, Cereza/o de Surinam, Cerezo del Brasil, Grosella, Grosella de Cayena, Guinda.  Los Tobas del Chaco Central la conocen con el nombre de Ramegaa.


Origen

El Ñangapirí es una planta tropical. Originaria probablemente del centro-sur brasileño. Se presume que mercaderes portugueses la introdujeron en el Lejano Oriente, junto con la castaña de Cajú, donde se adaptó en la India, las Filipinas, Samoa, Sri Lanka y la China, aunque su uso en esta región es más usualmente ornamental. Hoy día se encuentra distribuida por varios países de Sudamérica: Guyana, Venezuela, Brasil, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina. En América se ha introducido también en la costa del Pacífico, en Colombia, y en la costa atlántica de América Central, así como en varias islas del Mar Caribe.  En Argentina se la encuentra generalmente en las selvas y bosques de las provincias de Formosa, Misiones, Corrientes, Chaco, Santa Fe, Entre Rios, Salta, Jujuy, Tucumán y Catamarca. 


Características generales y morfológicas

Es un árbol  de cuarta magnitud, es decir no sobrepasa los 7 metros de altura. Su tronco es característicamente liso y con zonas rojizas. El follaje, de color verde oscuro, está constituido por hojas simples, con pecíolo corto, provistas de abundantes glándulas aromáticas. Las flores son muy numerosas y solitarias, poseen pétalos blancos, caedizos y su aparición coincide con la caída de las hojas, por lo que en este momento el árbol es sumamente ornamental. A las flores suceden los frutos, bayas globosas, ligeramente comprimidas, con surcos longitudinales que a medida que maduran, de noviembre a enero, viran del color rojo púrpura al negruzco. Encierran una única semilla dura, de aproximadamente 8 mm de diámetro. Soporta bien las heladas tolerando hasta -8 °C. También tolera bien las altas temperaturas.

Valor medicinal

Con las hojas, se prepara una infusión que posee propiedades diuréticas, digestivas y antidiarreicas. Un cocimiento de hojas y corteza, en gárgaras, cura anginas y afecciones de la garganta. Sus frutos contienen caroteno y su tallo, aceites esenciales. 

Valor alimenticio

Sus frutos son comestibles que además de consumirse frescos, se utilizan para la elaboración de dulces, jaleas, licor y vinos. En la provincia de Corrientes es famosa la caña de ñangapirí . El aporte nutricional del fruto fresco es una gran cantidad de vitamina A, B1; B2, C, Calcio; Hierro; Fósforo, entre otros. Sus hojas desecadas a la sombra simplemente, pueden sustituir al te, como bebida aromática y digestiva.

Valor ornamental

También se la cultiva como planta ornamental de parques y jardines. Sus hojas se esparcen donde abundan las moscas, ya que al ser pisadas actúan como repelente.

El ñangapiri en la música y la poesía

El ñangapiri, al ser un árbol nativo de Argentina y otros países de América del Sur, también ha servido de inspiración a músicos y poetas argentinos y paraguayos. El músico correntino Antonio Tarragó Ros compuso la letra y la música del bello chamamé Ñangapiri en cuya letra describe las vivencias personales de su infancia vinculadas a este árbol. En su evocación, el fruto de ñangapirí es recuerdo de las dulzuras de la vida sencilla y silvestre:



Ñangapirí 
(chamamé)
Antonio Tarragó Ros

Anduve mirando el pueblo buscándome
Y fluyes como mi sangre de chamamé
Enciende tu pie desnudo sobre mi piel
Un río de primaveras ternura y miel
A orillas de tu sonrisa yo soy feliz
No quiero partir de nuevo, ñangapirí

Ñangapirí silvestre luz del arenal
Tibio rubor del verde gris de la niñez
Mi resplandor mi atardecer mi taragüí
Y el cielo aquí de tu mirar, ñangapirí.

La luna se ardió en el río ñangapirí
Y vuela en lo más profundo de tu vivir
Allí donde es todo aroma va mi canción
A darle a tu entraña un beso, ñangapirí
A orillas de tu sonrisa hallé un país
De pájaros florecidos, ñangapirí

Anduve mirando el pueblo, ñangapirí...

Otro poeta correntino, el Padre Julián Zini, músico popular e intérprete dedicado al lenguaje y al cancionero de raíz folklórica del Litoral, compuso la letra de La niña del Ñangapiri, un chamamé que lleva la música de Ricardo "Tito" Gómez:




Niña del ñangapirí
Letra y música: Julián Zini - Ricardo "Tito" Gómez  


I

Hoy anduve por el monte de mis años inocentes
pellizcando la dulzura, roja del ñangapirí
y un noviembre de hace mucho, se estrujó contra mis dientes
y sangró un bello recuerdo, de mi tiempo cunumí.

Yo era chico todavía, gurisito cabezudo
que aprendió a robarle al monte , su dulzor primaveral
y esa siesta entre zorzales, fui pombero corajudo
cuando te cambié un puñado, por un beso te acordás.


II

Yo me fuí como los ríos sur abajo de la vida
vos quedaste en mi Corrientes, y ya nunca más te ví.
Hoy que vuelvo niño - hombre, con el alma dolorida
te recuerdo emocionado, niña del ñangapirí.

    
Recitado: 

Y ojalá que un viento norte, de esos vientos musiqueros
que en la noche de mi pueblo desparrama, serenata y sapucay
lleve lejos, no sé adonde y te deje en tu ventana,
esta flor de mi ternura, que nació por recordar.


Por su lado, Carlos Villagra Marsal poeta, narrador, ensayista e intelectual paraguayo, integrante de la llamada "promoción del 50", miembro de la Academia Universitaria del Paraguay y durante muchos años director de la Tertulia Literaria Hispanoamericana de Asunción, le ha dedicado un bello poema incluido en El júbilo difícil (Poesía 1986-1995), Edición digital: Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001):

Ñangapiry

Naranjado primo hermano        
de la exultante guayaba        
y apremiante baya brava        
que agrupa el sabor montano;        
diminuto miliciano    
de la arisca especiería,        
en la verde algarabía        
manda tu yelmo de escamas        
y desde su alcor proclamas        
tu gustosa nombradía.

(noviembre 1993)


* La autora es Técnico Forestal y columnista exclusiva de Hora 25 Rural y Hora 25 Forestal

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