lunes, 2 de noviembre de 2015

Bosques petrificados prehistóricos y fósiles forestales vivientes: la memoria del árbol a través de la historia, el mito y el símbolo

El árbol —que proporciona cobijo, protección, leña para el fuego que calienta y alimenta— es sin duda, uno seres vivos más benignos y provechosos para el desarrollo de la vida sobre la tierra. Por esta misma razón, se transformó en uno de los símbolos más importantes utilizados por el ser humano desde los tiempos más remotos ya que representa a la vida y el origen del cosmos. 



Por Alan Patricio Cavanagh* | Para Hora 25 Forestal


El árbol cómo símbolo de la vida, la muerte y el renacimiento

Algunas civilizaciones antiguas tenían su árbol sagrado: los celtas veneraban el encino; mientras que los escandinavos, tenían al fresno por su árbol; los hindúes a la higuera y los árabes a la palmera datilera. Tan importante llegó a ser el árbol que incluso varios dioses antiguos estaban asociados a un árbol determinado: Osiris, dios egipcio de la resurrección estaba relacionado con el cedro; el dios romano Júpiter, al encino y Apolo, al Laurel.

Asociado al nacimiento en todas las civilizaciones antiguas, el famoso árbol de navidad que se asocia al nacimiento de Jesús tiene sus orígenes en la antigua tradición nórdica en cuya mitología se relata que el Divino Yggdrasil era un árbol gigantesco cuyas ramas sostenían al universo entero y a todo lo existente, incluida la humanidad. Yggdrasil (o Yggdrasill) es un fresno eterno: el árbol de la vida, o fresno del universo, en la mitología nórdica. Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos: Helheim (el Reino de los muertos); Svartálfaheim (el Reino de los elfos oscuros); Niflheim (el Reino de las nieblas y el terror);  Jötunheim (el Reino de los gigantes); Midgard (el Reino de los hombres, también conocido como Mannaheim); Vanaheim (el Reino de los Vanir, la tribu de los dioses de la naturaleza y de la fertilidad); Alfheim (el Reino de los elfos de la luz, también conocido como Ljusalfheim); Asgard (el Reino de los dioses o Aesir); Muspelheim (el mundo primordial de fuego, allí se encuentra el Ginnungagap). De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir. Yggdrasil rezuma miel y resguarda a un águila sin nombre que entre sus ojos tiene un halcón que se llama Veðrfölnir, a una ardilla llamada Ratatösk, a un dragón llamado Níðhöggr y a cuatro ciervos: Dáinn, Dvalin, Duneyrr y Duraþrór. Cerca de sus raíces habitan las Nornas. A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall que era el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que tratan de corroer sus raíces y derrocar a los dioses a los que este representaba. Pero también contaba con la ayuda de las Nornas que lo cuidaban regándolo con las aguas del pozo de Urd. Un puente unía el Yggdrasil con la morada de los dioses, el Bifröst, el arco iris, todos los dioses cruzaban por él para entrar en el Midgard. Para los nórdicos, el mundo del hombre era nada más una rama del gran Yggdrasil, el fresno del mundo. Nueve mundos posee Yggdrasil, y por ellos pasó Odín antes de obtener el secreto de las runas. El árbol se divide en tres partes: Niflheim (raíz), Midgard (tronco) y Asgard (copa). Se puede notar en esto la representación del ciclo de nacimiento, vida y muerte. Las raíces son tres. La primera se dirige hacia la Fuente de Hvergelmir. La segunda a la fuente de Mimir. La última a la Casa de las Nornas, el Destino.

El Fresno Eterno Yggdrasil: El árbol sagrado de los antiguos nórdicos

Constituido en origen de la vida y el hombre, no extrañará entonces que muchas culturas antiguas afirmaran descender de los árboles, como es el caso de los Ainou en Japón que afirmaban descender del bambú o los Tagalos en Filipinas que creían descender de la mimosa. Por todas estas razones el árbol no sólo llegó a ser importante para antiguas civilizaciones que lo adoptaron como parte importante de su linaje y sus creencias. Por esta razón el símbolo del árbol, además del nacimiento, representa también la unión entre el cielo y la tierra, pues sus ramas alcanzan la altura que ningún otro ser vivo logra, mientras sus raíces se encuentran bien afianzadas a la tierra, que es la que le da la vida. Es así como el árbol vuelve una vez más a ser el «eje del mundo», ya no como el originador, sino como el intermediario sagrado entre ambos mundos: el de lo celestial y el de lo terrenal; el de lo divino y el de lo humano. En su Diccionario de los Símbolos,  Jean Chevalier ofrece claras referencias del árbol en su aspecto alegórico:

«El árbol es el símbolo de la regeneración perpetua, y por tanto de la vida en su sentido dinámico. Está cargado de fuerzas sagradas, en cuanto es vertical, brota, pierde las hojas y las recupera, y por consiguiente se regenera; muere y renace innumerables veces».

El árbol crece arraigando sus raíces en lo más profundo de la tierra y su copa se despliega hacia lo alto con ramas que ascienden al cielo, de ahí su carácter de mediador entre el cielo, la tierra y el infierno, entre lo divino, lo humano y lo demoníaco. El árbol se nutre de la tierra, del aire, el agua y la luz solar. Da sus frutos para que todos se alimenten. Vive en un ciclo eterno de dar y recibir. Participa del cosmos, siendo uno y parte de todo, en confluencia.

El árbol en tanto que símbolo de la regeneración perpetua representa también la inmortalidad y el ciclo de la vida, razón por lo que en muchas culturas agroforestales lo vemos relacionado con las estaciones del año. Es símbolo del renacer, por ello cuando una persona muere es enterrada dentro de un ataúd de madera, lo que significa que vuelve a la tierra misma, cobijado con la madera del árbol, como una semilla que se planta para que vuelva a renacer; el mismo ataúd actual deriva del tronco de árbol ahuecado donde antiguamente se depositaban a los muertos. 


Los doce árboles gigantes vivos más longevos sobre la tierra

Frente a la aparente inmutabilidad y permanencia de los árboles, la vida humana que es de muy corta duración, parece transitoria y fugaz.  En el mundo vegetal, los árboles, por lo general, son los que tienen una vida más larga, generalmente bastante más que las personas, ya que la mayoría viven bastante más de 100 años. En efecto, el tiempo parece detenerse cuando se piensa en aquellos árboles vivos más antiguos sobre la tierra como el famoso pino llamado «Methuselah» (Matusalén) que está situado en las montañas del White Mountains, California, cerca de Nevada.  Aun cuando los bosques puedan parecer permanentes e inalterables, no son fijos ni estáticos, siempre están cambiando, debido a factores que inciden en su ciclo natural como los incendios y tormentas, los ciclos de plagas y enfermedades, los ciclos climáticos, y aún la deriva continental. A medida que las formas terrestres y el clima cambian según pasa el tiempo, también cambian los bosques con ellos. Sin duda todas estas condiciones influyen en el libre desarrollo y la longevidad de algunas especies de árboles. Hay, sin embargo, árboles con una vida media muy corta, como muchos frutales y algunas acacias, que viven entre 25 y 30 años, por término medio. Pero hay otro tipo de árboles, como olivos, cipreses, robles, castaños, pinos, sequoyas, tejos, ginkgos, etc., de vida muy larga, que pueden superar incluso los 1000 años. Se conocen diversos árboles de más de 2000 años de edad por todo el mundo: Tejos en Europa, Higueras en Asia, Alerces en Suramérica, Abetos en el norte de Europa, etc. En los bosques de California abundan los árboles milenarios: se conocen ejemplares enormes y muy viejos de sequoyas y pinos, algunos de los cuales se supone que han superado los 3000 años de edad. Hay restos de algunos de estos árboles muertos cuyos anillos indican que tienen entre los 1000 y 3000 años. 

A continuación reseñaremos los doce árboles gigantes vivos más longevos sobre la tierra.

1. El Pino Matusalén de White Mountains [California] 


Los árboles más longevos conocidos son ciertos pinos de las especies Pinus longaeva y Pinus aristata, que se encuentran en las Montañas Blancas (White Mountains), en California y Nevada, y que se desarrollan a altitudes entre 2500 y 3000 m., situándose los más viejos, que superan los 4 milenios de edad, por encima de los 3000 m. Habitante de la misma zona, es el famoso pino llamado «Methuselah» (Matusalén). La localización exacta de este ejemplar se mantiene en secreto, para evitar posibles actos de vandalismo. El nombre de Matusalén le fue impuesto en recuerdo de la figura del Patriarca hebreo, que según  las fuentes bíblicas vivió hasta los 969 años. Pero Matusalén, el pino, sobrepasa por varios miles de años la edad de su homónimo humano. Un cálculo de su edad basado sobre un estudio de los anillos en su tronco afirma que, en el momento de su análisis,  tenía 4.765 años de edad, al día de hoy Matusalén tendría 4.846 años.   Este árbol ya tenía un siglo cuando se construyó la primera pirámide en Egipto.  Su altura es de 6 metros y su circunferencia de 3 metros.

2. El Ciprés Sarv-e-Abarkuh

El Sarv-e-Abarkuh es un ciprés muy antiguo de más de 4.000 años de edad ubicado en la localidad de Arbakuh una antigua ciudad iraní que está a 140 kilómetros de la ciudad de Yazd, en los límites de la provincia de Fars. Es posiblemente el árbol más antiguo del medio oriente.  Su altura es de 25 metros, y tiene una circunferencia de 11,5 metros.  Este árbol es un monumento nacional natural.

3.  El Tejo de Llangernyw

Otro árbol antiguo es el tejo que está situado en la aldea de Llangernyw, en Gales.  El Tejo de Llangernyw (en galés Llangernyw Yew) tiene entre 3.000 y 4.000 años, lo que significa que echó raíces en la Edad de Bronce.  El centro de este árbol esta hueco, por lo que no es posible contar sus anillos, pero su edad estimada esta ciertamente en los miles de años.  El tejo es un árbol perennifolio que crece a menudo en los cementerios.  Es de larga vida naturalmente, por lo que suele vivir entre mil y dos mil años. Ubicado en un pequeño cementerio al lado de la iglesia St. Dygain que data del siglo trece, el tejo de Llangernyw,  Gales, fue plantado en algún momento de la Era Prehistórica de Bronce, y sigue creciendo. Según la tradición local, la iglesia de Llangernyw está habitada por un espíritu antiguo conocido como Angelystor (el «Ángel del Historial» o «Ángel de la Registración» o «Evangelista» en Galés). Esta tradición sostiene que cada año en Halloween un vozarrón anuncia los nombres de los feligreses que van a morir al año siguiente. El folklore galés relata que un hombre incrédulo de la localidad llamado Sion Ap Rhobert, negaba la existencia del espíritu, lanzó el desafío de pasar una noche de Halloween sólo para escuchar su propio nombre. Angelystor lo llamó por su nombre y el hombre murió ese mismo año. Hay quienes dicen que el espíritu Angelystor vive debajo del tejo.  El tejo tiene una circunferencia de 10.75 metros y una altura de 13 metros.

4. El Alerce chileno

El Fitzroya cupressoides o alerce, como se le conoce comúnmente, también recibe el nombre en mapudungún, Lahuán. El género adopta su nombre científico en honor del oficial de la marina británica Roberto FitzRoy, comandante del buque Beagle que recorrió la Patagonia chilena y el Canal de Magallanes con Charles Darwin a bordo, como naturalista.
El alerce es un árbol nativo de los bosques del sur chileno, en la Región de los Lagos, aunque también se encuentra en Europa y otros partes del mundo. Alerce, es la especie arbórea de mayor tamaño en América del Sur, con altura de entre 50 y 60 metros, diámetro del tronco de hasta cinco metros, puede alcanzar edades de entre 3.000 y 4.000 años. En Chile, existen ejemplares vivos de hasta 3.600 años de edad, con un crecimiento entre 0,6 a 1,6 milímetros anuales en diámetro. Bajo su característica copa piramidal, crecen otras especies de la pluviselva valdiviana. En Chile hay 264.993 kilómetros cuadrados de bosques de alerce.   Es un árbol perenne y de gran porte. En 1993 se descubrió el espécimen de mayor tamaño, «el gran abuelo alerce» o llamado simplemente «Alerce» que se encuentra en el Parque Nacional Alerce Costero.  Según un estudio de sus anillos, tiene 3.620 años, una altura de 57.5 metros y un diámetro de 4 metros. 


5. El Ciprés «El Senador» del parque Big Tree de Florida, EE.UU

El «Senador», un famoso ciprés que se encontraba en el parque Big Tree de Florida, EE.UU., era uno de los más grandes y antiguos árboles de Estados Unidos. Tenía 36 metros de altura y 10 de diámetro, aunque previamente había llegado a levantar unos 50 metros, hasta que un huracán seccionó su copa en los años veinte. La Asociación Forestal de Estados Unidos determinó en 1946 que "El Senador" tenía cerca de 3.500 años, lo que lo convertía en el ciprés conocido más anciano del país y uno de los más longevos del mundo. El «Senador» fue destruido durante un incendio intencional, ocurrido en la noche del 16 de enero de 2012.  El tronco de ese mítico ciprés calvo, o ciprés de los pantanos, estaba vacío y una joven mujer, llamada Sara Barnes, decidió pernoctar dentro del tronco hueco del árbol y encendió un fuego para calentarse. Sara Barnes es consumidora de drogas y con ese propósito se quedó esa noche del incendio. La propia Barnes tomó fotos con su teléfono móvil de las llamas y tras su detención explicó a la Policía local que no había alertado a las autoridades porque lo quemó mientras trataba de consumir drogas. El Departamento de Agricultura de Florida relató que Barnes enseñó a varios amigos una foto de «El Senador« quemándose y dijo: «No me puedo creer que haya quemado un árbol más antiguo que Jesús». Barnes está acusadas de quemar un bien público, así como de posesión e intento de venta de drogas. «El Senador» era un atractivo turístico desde el siglo XIX para el centro de Florida. «El Senador» rivalizaba con algunas de las conocidas secuoyas de California, como «El General Sherman», considerado el árbol más voluminoso del mundo, o el viejo «Matusalén» catalogado como el más anciano.

6.  El «Olivo de Vouves» en la Isla de Creta

El «Olivo de Vouves» ( en griego Βουβών Ελιά) es uno de los olivos localizados en el pueblo de Ano Vouves en el Municipio de Kolymbari en la prefectura de Chania, en la Isla de Creta (Grecia). Es conocido por ser el árbol más antiguo de oliva en el mundo.  Actualmente este ejemplar produce aceitunas de gran calidad y muy valoradas en todo el mundo. El uso de anillos de árboles de análisis ha demostrado que el árbol tiene por lo menos 2000 años de antigüedad. En el otro extremo de la escala, los científicos de la Universidad de Creta, han estimado que su edad sea de 4.000 años de antigüedad. El tronco tiene un perímetro de 12,5 metros y un diámetro de 4,6 metros. Pertenece a la variedad tsounati. Es considerado por algunos como un monumento natural. Los olivos son resistentes a la sequía, las enfermedades y resistente al fuego, es parte de la razón de su longevidad y su uso generalizado en la región mediterránea.

7. El  Jōmon Sugi o cryptomeria de Yakushima, Japón

Otro árbol vivo longevo es  el  Jōmon Sugi, el más grande espécimen de cryptomeria conocido, en Yakushima, Japón. Cryptomeria es un género de conífera perteneciente a la familia de las taxodiáceas. Está formado por una sola especie, la criptomeria japonesa o sugi (Cryptomeria japonica D. Don). Es endémica de Japón, donde es conocida con el nombre japonés de sugi (). En Occidente se ha incrementado el uso del término «sugi» para referirse a este árbol, ya que parece más adecuado que el usado antiguamente en inglés, «cedro japonés», ya que el «sugi» no es un auténtico cedro (Cedrus). El Jōmon Sugi tiene una edad estimada entre 2000 y 7000 años, lo que lo convierte en el árbol más viejo del mundo, ya que supera largamente la edad del  famoso Matusalén californiano.  Es el árbol japonés más grande, con una altura de 25.3 metros y una circunferencia de 16.2 metros. El Sugi es el árbol nacional de Japón.  Muchos ejemplares están plantados en templos de este país. Para llegar a este ejemplar hay que caminar durante cinco horas por el bosque de la isla japonesa de Yakushima.

8. El Secuoya Gigante «General Sherman»

Entre las sequoyas (Sequoia sempervirens) de California se encuentran los árboles más grandes del mundo, que alcanzan hasta 100 m. de altura y más de 30 m. de circunferencia (hay una en la que se hizo un túnel en el tronco para que pasara una carretera). Entre ellas, la mayor  es la llamada «General Sherman», de 83,8 metros de altura. Aún con su gran altura dista de ser el más alto. Este puesto lo ocupa otro ejemplar de sequoia llamado Hyperión  que alcanzó una altura de 115,5 m. Sin embargo, el «General Sherman» es el árbol que mayor volumen neto posee debido a su perímetro de tronco de unos 31 m, es decir, unos 11 m de diámetro en la base, lo que arroja un volumen estimado —según los estándares de medición forestal— de 1486,6 metros cúbicos. Su corteza tiene más de un metro de grosor, la longitud de sus ramas es a partir de unos 40 metros y un peso de más de 2000 toneladas. El «General Sherman» es un ejemplar concreto de Sequoiadendron giganteum o Secuoya Gigante, emparentado con el género Sequoia. Se encuentra en Giant Forest, dentro del Sequoia National Park (Parque Nacional de las Secuoyas) junto con otros ejemplares de similar porte. Este ejemplar está considerado como el ser vivo con mayor cantidad de biomasa de la Tierra. Durante mucho tiempo se creyó que este árbol tenía unos 3500 años, pero estudios recientes han determinado la edad exacta de 2000 años. Se reproduce por semillas que se encuentran dentro de piñas. Tiene forma de triángulo y su tronco es de color marrón rojizo. En enero de 2006 se cayó su rama más grande, cuyo diámetro era de unos 2 metros y su longitud de más de 30 metros, destruyendo el vallado que lo rodea y el camino que conduce a él. Esta rotura fue provocada por inclemencias meteorológicas, descartando posibles problemas de salud. Cada año el diámetro del tronco crece cerca de 1,5 cm. El nombre de «General Sherman» le fue impuesto en 1879 por el naturalista James Wolverton en homenaje al General William Tecumseh Sherman bajo cuyas órdenes había servido en la 9ª Caballería de Indiana con el cargo de teniente. Su tronco tiene un peso de 1.385 toneladas.  Esto es  lo que pesarían 19.000 personas. Las secuoyas tienen un tronco rojizo, que es una de sus características principales.  Es por eso que en ingles se llaman «redwoods», o árboles de madera roja.  Las secuoyas son coníferas de hoja pequeña.  Crecen por todo el mundo, aunque los ejemplares más magníficos están en  el litoral  occidental de Estados Unidos.


9.  El  kauri (Agathis australisTe Matua Ngahere en Nueva Zelanda

Otro árbol vivo gigante y longevo es el llamado Te Matua Ngahere que se encuentra en el bosque Waipoua, Nueva Zelanda.  Tiene una circunferencia de 16 m lo que lo convierte en el árbol más ancho de Nueva Zelanda.  Se le calcula una edad de más o menos 2000 años.  Este árbol es del tipo kauri (Agathis australis) una especie de conífera endémica del norte de la Isla Norte de Nueva Zelanda y es la mayor especie de árbol de Nueva Zelanda (por volumen) pero no en altura, rivalizando en el diámetro de su tronco con la secuoya de Estados Unidos. El árbol tiene la corteza lisa y las hojas pequeñas ovales. El Te Matua Ngahere es el segundo kauri más grande de Nueva Zelanda, y el más antiguo.  Se puede visitar este árbol por un sendero que pasa por el bosque, aunque no está permitido salir del sendero porque los kauri tienen raíces sensibles a la presión que crece cerca de la superficie.  Este árbol tiene una altura de 29.9 metros.  Tiene la corteza lisa y las hojas de tamaño reducido.  

10. El «Castaño de los cien caballos» del Monte Etna en Sicilia

El «Castaño de los cien caballos» (en italiano castagno dei cento cavalli; en siciliano castagnu dê centu cavaddi) es el castaño más grande y antiguo del mundo. Localizado en la carretera de Linguaglossa en Sant'Alfio, más concretamente en el bosque de Carpineto, en la ladera oriental del Monte Etna en Sicilia a sólo 8 kilómetros  del cráter del volcán. Popularmente se cree que tiene una edad que varía entre los 2,000 a 4,000 años. Esta última estimación la debemos al botánico Bruno Peyronel de Turin. Es un Castaño Dulce (Castanea sativa, familia Fagáceas). El Libro Guinness de los récords lo ha listado como «El árbol de mayor circunferencia», observando que tenía una circunferencia de 57.9 metros cuando fue medido en 1780. Sobre la superficie el árbol se ha dividido en múltiples troncos grandes, pero bajo tierra estos troncos siguen compartiendo las mismas raíces. La primera referencia histórica data de 1636, cuando es citado en la obra Il Mongibello de Pietro Carrera. El nombre del árbol tuvo su origen en una leyenda en la que una reina de Aragón y su compañía de un centenar de caballeros, fueron sorprendidas por una fuerte tormenta durante un viaje al Monte Etna. Se dice que toda la compañía se refugió debajo del castaño.

11. El Patriarca da Floresta en São Paulo, Brasil

Ubicado en Brasil, en el interior de São Paulo, se encuentra un ejemplar no conífero de la especie de Jequitibá Rosa (legalis Cariniana), un monumento natural vivo llamado «El Patriarca da Floresta», uno de los árboles más antiguos aun vivos ya que tiene alrededor de 3 mil años. Habitante del Parque Estatal Vassununga, ubicada en Santa Rita do Passa Quatro, cerca de Ribeirao Preto, en el kilómetro 245 de la carretera Anhanguera. En las más de 2000 hectáreas de bosque de este parque hay cerca de 300 jequitibás aún en pie en la región virgen. En este bosque también hay una gran cantidad de fauna autóctona, como un par de pumas, osos hormigueros, aguará guazú, loros, entre otras especies. «El Patriarca da Floresta» es un árbol de gran porte, mide 40 metros de altura y 4 metros de diámetro en la base. Son necesarias cerca de 12 personas para abrazarlo.  Este árbol está considerado como un objeto sagrado. Aún así, se encuentra amenazado por la acción del hombre en Colombia, Venezuela y el mismo Brasil.

12. El Árbol del Tule en Oaxaca, México

El Árbol del Tule es el árbol con el diámetro de tronco más grande del mundo. Es un ahuehuete (taxodium mucronatum) con una circunferencia de aproximadamente 42 metros y una altura de 40 metros. Con un diámetro de 14.05 metros, se estima que serían necesarias al menos 30 personas con las manos entrelazadas para poder abarcar su tronco y en su sombra caben aproximadamente 500 personas. Su volumen se calcula en unos 816 829 m³, con un peso de aproximadamente 636 toneladas, cuando en 1996 se inició el corte de la madera inerte se produjeron 10 toneladas. Se localiza en el atrio de la iglesia de Santa María del Tule en Oaxaca, México, aproximadamente a 12 km de la capital del estado, Oaxaca de Juárez.

Los bosques petrificados: monumentos naturales de un pasado prehistórico

Los cambios en las formas terrestres y los movimientos de los continentes durante millones de años cambian los hábitats disponibles para los bosques. Desde luego, también los bosques pueden cambiar. Muchas alteraciones del suelo terrestre pueden cambiar grandemente la composición de un bosque de una manera extremadamente rápida. Algunas alteraciones son los incendios naturales, las inundaciones, la presencia de agentes contaminantes, especies vegetales y animales invasoras, erupciones volcánicas y las actividades humanas.

Por ejemplo, lo que son ahora las Montañas Rocallosas de América del Norte no existían hace 70 millones de años, y esa área estaba cubierta por un vasto mar. Esto fue seguido por una intensa actividad volcánica y levantamiento de montañas, creándose nuevas tierras, aunque, al mismo tiempo, el clima se volvía más frío y más árido. 

Otro proceso similar ocurrió en la Patagonia Argentina. A 150 km al oeste de Puerto Deseado en la Provincia de Santa Cruz se encuentra uno de los mejores exponentes del proceso de petrificación de los antiquísimos bosques que existieron en la Patagonia. 



Árbol Petrificado [Jaramillo, Santa Cruz]
Abarca aproximadamente 13.700 hectáreas. Declarado Monumento Natural en 1954 para preservarlo, los restos de madera fósil de araucarias en los Bosques Petrificados de la Patagonia son las reliquias de un pasado prehistórico que se pierde en la noche de los tiempos. Durante el período Jurásico esta zona tenía un clima muy húmedo lo que permitió que se desarrollaran bosques con árboles de gran tamaño, de la familia de las araucarias actuales. Luego, en el Cretácico, sobrevinieron diversas erupciones volcánicas que sepultaron grandes extensiones patagónicas bajo las cenizas. Estos bosques cubiertos por cenizas fueron sometidos a un proceso de petrificación. Posteriormente, el viento y las lluvias dejaron al descubierto esta maravilla del Bosque Petrificado. En la actualidad pueden observarse incluso algunos troncos en pie. Hay un sendero de aproximadamente 1000 metros que recorre el lugar donde se encuentran las araucarias petrificadas. 

Árbol petrificado [Valcheta]
En la localidad de Valcheta, provincia de Río Negro, se extiende el Bosque Petrificado más importante del norte de la Patagonia, y se ubica en cercanías del pueblo que lleva ese mismo nombre en la denominada Línea Sur, por la que pasa el legendario Tren Patagónico que sale de Bariloche. Cientos de árboles fosilizados, con sus ramas y frutos intactos, nos hablan de un pasado desconocido. Un espacio donde también es posible encontrar un museo con huevos de dinosaurios que se exponen en lo que fue la primera usina de la urbe. A escasos kilómetros de la ciudad de El Calafate, el destino por excelencia para llegar hasta el Parque Nacional Los Glaciares y el magnífico Perito Moreno, también se erige otro de los bosques petrificados argentinos, más conocido como La Leona.

Bosque petrificado La Leona [Calafate, Santa Cruz]
Los bosques petrificados no son exclusivos de la Patagonia. En Argentina existen extensas áreas protegidas de bosques petrificados que fueron cubiertos por la lava y la ceniza volcánica hace más de 120 millones de años. Considerados entre los más importantes de toda Sudamérica, se encuentran en las provincias argentinas de Mendoza, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. El Bosque Petrificado de Llano Blanco, por ejemplo, es una interesante explanada donde se puede apreciar un bosque de araucarias petrificadas de una edad de más de 120 millones de años. 

Bosque petrificado de Llano Blanco
El Bosque Petrificado de Llano Blanco se sitúa en cercanías a la Caverna de las Brujas y a 6 km. de la localidad de Bardas Blancas, un hermoso paraje junto al río Grande, a poco más de una hora de Malargüe. Se trata de una extensa región de viejas araucarias que en la actualidad, se encuentra dentro de una propiedad privada. Los restos están diseminados por los cerros y nos demuestran por el tamaño de los mismos, que toda esta región conformó en un pasado geológico, un bosque pantanoso que por la intensa actividad volcánica de la región y las transformaciones constantes que provocaron los Andes, se vieron sumergidos y tapados por sedimentos más modernos. Más tarde, toda esta zona sufrió un proceso de petrificación tan perfecto que aún hoy nos permite observar las vetas originales de estos ejemplares que sobrepasaban el metro de diámetro y casi 100 metros de altura.

Araucaria Fósil en Paramillos [Uspallata]
También en Mendoza se encuentra el bosque petrificado de Paramillos. En marzo de 1835 cuando el naturalista, a bordo del barco HMS «Beagle», en la expedición dirigida por Fitz Roy, llegó a las costas de Valparaíso, en Chile. Darwin decidió cruzar la cordillera a la altura del Valle de Uco y así llegó a la ciudad de Mendoza, donde permaneció sólo por un día. Al partir, lo hizo por el camino de Villavicencio, paso obligado a Chile por aquellas épocas. Darwin hizo ese camino porque tenía interés en visitar las minas de plata y zinc de Paramillos, que se estaban explotando desde la época de los jesuitas y probablemente desde antes también. Allí hace algunas observaciones geológicas y descubre un yacimiento de árboles petrificados, que se considera como el primer descubrimiento de árboles fósiles que se hace en Sudamérica. El autor de El Origen de las Especies describe en sus diarios de viaje las araucarias fosilizadas encontradas en el desértico y serrano paraje de Los Paramillos, próximo a la localidad de Uspallata, hoy Departamento de Las Heras. Observa que Los Paramillos fue en el pasado una fértil zona boscosa. Durante 2 días, registró 52 troncos petrificados de araucarias en posición de vida, que tenían entre 80 cm y un metro y medio de diámetro, cuya edad se estima en 230 millones de años. Darwin describe  A partir de aquel descubrimiento del célebre naturalista inglés, esta área se conoce como «Bosque de Araucarias de Darwin». Debido a la acción depredadora de los coleccionistas de fósiles, hoy no queda mucho, sólo se puede observar las bases de los troncos. Parte de estos fósiles pueden ser observados en el museo Cornelio Moyano.

Bosque petrificado José Ormachea [Sarmiento, Chubut]
Distante 165 kilómetros al este de Comodoro Rivadavia, el acceso se realiza por la Ruta Provincial 26,  se encuentra ubicado otro de los bosques petrificados más importantes del país, el José Ormachea, situado a unos 25 kilómetros de la localidad de Sarmiento, en la provincia de Chubut. Es un lugar único, que en la década del ’60 sufrió una fuerte depredación por la actividad de varias compañías petroleras que trabajaban en la región.  En el otro extremo, también es posible visitar el Bosque Petrificado Florentino Ameghino, una muestra ineludible de la vegetación que fue arrasada por el mar hace ya unos 58 millones de años. Con ejemplares que alcanzan los 22 metros de largo, está situado sobre la Ruta Nacional 25 y el valle inferior del río Chubut.





Ningún ecosistema forestal es estable, siempre está siendo afectado por diversos factores que convergen hacia el cambio, a saber: clima, depredación, suministro de alimentos y, especialmente, la intervención humana. Las condiciones ambientales de un bosque son favorables para especies diferentes en momentos diferentes. En los ecosistemas forestales, ocurren alteraciones todo el tiempo; algunas producen estragos a corto plazo, otras toman varios años para empezar a mostrar sus efectos. Se necesita algo de alteración para crear la diversidad de hábitats. Por ejemplo, los fuegos pequeños y frecuentes, en ciertas áreas, permiten que los pinos sobrevivan en lugares donde normalmente crecerían otras especies. Cuando suceden fuegos regularmente, las especies se adaptan y algunas especies incluso dependen del fuego para liberar sus semillas.

Si los bosques cambian naturalmente, ¿por qué preocuparse por las alteraciones provocadas por la intervención humana? A diferencia de los agentes naturales que cambian el ecosistema forestal de manera gradual y natural, con lentitud, dándole a los bosques tiempo para emigrar y permitir que algunas especies desaparezcan y aparezcan nuevas especies, los agentes humanos producen cambios dramáticos de los ecosistemas forestales a una velocidad que las plantas y animales no pueden mantener. Las estaciones determinan grandes cambios en los bosques, pero en épocas predecibles. 

Las plantas y animales se adaptan a esos cambios para aprovecharse de las fuentes alimenticias y hábitats disponibles en momentos diferentes del año. El clima puede cambiar al bosque también de formas menos dramáticas. Oleadas temporales de frío y sequía pueden afectar seriamente a ciertas especies, aunque usualmente no cambia toda la composición del bosque. Otras alteraciones, como las plagas también pueden estar limitadas a uno o dos tipos de árboles, que producen claros pequeños en los bosques. Las enfermedades también pueden ser responsables de cambios mucho más serios en los bosques. El efecto de una alteración dada depende de su frecuencia, predictibilidad y magnitud. También agentes naturales como los terremotos, las erupciones volcánicas, las inundaciones o las subidas del nivel del mar sobre terrenos fértiles. 

El 21 de febrero de 2014 varias agencias de prensa internacionales y diarios de todo el mundo dieron la noticia del resurgimiento en el Reino Unido de dos bosques prehistóricos engullidos por el mar y que volvieron a emerger a causa de una sucesión de fuertes tormentas. La bahía de Mount, en Cornualles (en el extremo sudoeste de Inglaterra), cambió de aspecto en unas pocas semanas por la aparición, con la marea baja, de troncos de pinos, robles y hayas de una antiguedad de 4.000 a 6.000 años, según las pruebas de carbono. Los geólogos conocían la existencia de este bosque pero no era visible.

«Las tormentas han descubierto troncos de pino y roble de 2 a 5 metros, así como arbustos de avellanas bien conservados», explicó Frank Howie, del organismo encargado de la protección de la naturaleza en Cornuallas.

Lo mismo ocurrió en la cosa galesa, en la bahía de Cardigan, donde emergieron unas raíces imponentes de castaños enterradas hace 4.500 años. Un bosque prehistórico, un paisaje misterioso y casi mágico, compuesto de cientos de troncos de árboles que murieron hace más de 4.500 años. Los científicos han identificado ejemplares de pino, aliso, roble y abedul entre los tocones que han quedado al descubierto. Los árboles dejaron de crecer hace entre 4.500 y 6.000 años, cuando el nivel del agua subió y en el terreno donde habían arraigado se formó una gruesa capa de turba. Algunos fragmentos de árboles habían sido vistos antes, cuando fuertes tormentas destruyeron las playas y algunos tocones asomaron de la turba. La aparición de estos tocones milenarios ha reavivado historias y mitos de la zona. La presencia de estos árboles milenarios reavivó las antiguas tradiciones sobre un reino tragado por el mar. Según las leyendas celtas, el bosque prehistórico formaba parte de un mítico reino gaélico perdido bajo del mar, Cantre'r Gwaelod, un territorio desaparecido bajo las olas que se cree que se extendía unos 30 km más allá de la costa actual antes de ser tragado por el mar. Los relatos legendarios describen este país mitológico como una zona amurallada y protegida del océano por el dique Sarn Badrig (Calzada de San Patricio), cuya protección había sido encomendada a dos príncipes. Uno de ellos, Seithenyn, es un gran comedor y bebedor que por negligencia permite que las aguas superen el nivel de las esclusas, olvidó una noche cerrar las esclusas que lo protegían, inundándolo. Según otra versión, los árboles y las inmediaciones del reino de Cantre'r Gwaelod se inundó cuando una joven sacerdotisa llamada Mererid descuidó un pozo mágico que estaba a su cargo y dejó que se desbordara.

Por supuesto, no hay base científica para determinar si los tocones de esos árboles milenarios pertenecen a los bosques del mítico territorio, aunque sobre esa zona aun hoy día existen muchas antiguas tradiciones orales popularmente transmitidas bajo la forma de mitos y leyendas y, quién sabe, quizá el antiguo reino de Cantre'r Gwaelod emerja algún día del mar. Desde el punto de vista de los especialistas científicos, esos tocones de árboles que han quedado al descubierto tras las tormentas que han azotado la costa oeste de Gales, cerca del pueblo de Borth, formado en su mayor parte por robles y pinos, data de la Edad de Bronce. Quedó enterrado bajo una turbera, un humedal, hace unos 6.000 años y fue inundado después por la subida del nivel del mar hasta que las fuertes tormentas de este invierno lo han dejado al descubierto. El elevado nivel de alcalino y la falta de oxígeno de la turba conservaron la madera casi intacta. También se ha descubierto una pasarela hecha de palos y ramas de entre 3.000 y 4.000 años de antigüedad que parece que fue construida para protegerse de las subidas del mar. 

«Si hay una fuerte tormenta en la zona de Borth, hay muchas posibilidades de descubrir algo nuevo», afirma Deanna Groom, de la Comisión Real de Monumentos Antiguos e Históricos de Gales, que colaboró en el hallazgo.

«Estos bosques existían aún hace 4 o 5.000 años, cuando el clima era un poco más cálido que hoy en día. No se inundaron antes de la última glaciación, que se produjo hace 12.000 años», según Patrimonio Nacional (National Trust), el organismo encargado de la conservación de una parte de las costas inglesas y galesas.

Foto: Dawn Watson y Rob Spray
A comienzos de este año, la prensa internacional comunicó que las fuertes tempestades que azotaron las costas del sureste del Reino Unido dejaron al descubierto un bosque que se mantuvo enterrado por miles de años. Los buzos profesionales Dawn Watson y Rob Spray encontraron un bosque sumergido en las costas de Norfolk; ambos pertenecen a la asociación de voluntarios de Seasearch. Mientras exploraban a unos 300 metros de profundidad, vieron lo que parecían ser robles enterrados en el fondo del océano. Las estrellas de mar descansaban en sus raíces, y las algas crecían alrededor de su tronco. 

Foto: Dawn Watson y Rob Spray
Hace unos 6500 años, antes y durante la era glaciar, existía un enorme territorio que rodeaba Gran Bretaña y la conectaba con Europa. Conocido como Doggerland, este vasto pedazo de tierra estaba casi completamente cubierto de bosque, y llegaba hasta las costas de las actuales Holanda, Francia y Alemania. Se presume que los restos de madera hinchada y raíces llenas de algas que los buzos encontraron, alguna vez pertenecieron a los gigantescos bosques de Doggerland. Todos estos árboles quedaron enterrados bajo el océano con la subida del nivel del mar que llegó después de la glaciación. No habían sido descubiertos porque permanecieron enterrados bajo la arena durante centurias, hasta que las recientes tormentas de la zona removieron las capas de arena haciéndolos visibles. El buzo Rob Spray, uno de los descubridores, declaró:

«Alguna vez debió haber sido un bosque al estilo de Tolkien, que se extendía por cientos de millas. Debió haber crecido y crecido y en aquellos días seguramente no había nadie que lo talara, por lo que debió haber sido enorme. Seguramente lucía como una escena de El Hobbit o El Señor de los Anillos, algo que ya no tenemos en este país. Los geólogos están muy entusiasmados con esto. Realmente fue un hallazgo milagroso».

Doggerland es ahora para los británicos y los europeos en general, un bosque mítico que se perdió para siempre. Pero con este tipo de descubrimientos, los contemporáneos podemos imaginar cómo eran esas mágicas y antiguas tierras de Cantre'r Gwaelod y Doggerland.


El descubrimiento casual o accidental de bosques prehistóricos y milenarios nos permiten conocer cómo eran los ecosistemas primitivos. A comienzos de 2012 fue desenterrado en el norte de China un bosque de hace 300 millones de años conservado bajo ceniza volcánica al estilo de la ciudad romana de Pompeya. Paleontólogos de la Universidad de Pennsylvania, la Universidad de Shenyang y Zhuo Feng y la Universidad de Yunnan, han excavado en el distrito de Wuda, en la Mongolia Interior (China) este depósito de toba volcánica que sepultó el bosque entero. Los investigadores ya llaman al yacimiento de Wuda como la «Pompeya del Pérmico»: 

«Es como Pompeya», asegura Hermann Pfefferkorn paleobotánico de la Universidad de Pennsylvania. «Pompeya nos permite echar un vistazo en la cultura romana... El hallazgo es similar. Es una cápsula del tiempo y nos permite interpretar mucho mejor lo que pasó antes y después de ese período». 

«Está maravillosamente conservado», asegura Pfefferkorn. "Podemos llegar allí y encontrar una rama con sus correspondientes hojas, y después encontramos otra rama, y otra, y otra. Y entonces encontramos el tocón del mismo árbol. Eso es realmente emocionante».

El estudio sobre el hallazgo del bosque fósil ha sido publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y lo firman tres investigadores chinos, Jun Wang, de la Academia China de Ciencias, Yi Zhang de la Universidad de Shenyang y Zhuo Feng, de la Universidad de Yunnan; y Hermann Pfefferkorn de la Universidad de Pennsylvania. Este equipo de investigadores chinos y estadounidenses fue el que  descubrió el bosque en una mina de carbón de Mongolia interior. La extracción del mineral, realizada en la mina con maquinaria pesada, permitió acceder a grandes extensiones de la capa inferior del terreno, realizando así una cala muy superior a la que los paleontólogos pueden llevar a cabo normalmente, pues estudiaron unos 1.000 metros cuadrados de bosque fósil. Los investigadores han datado el bosque fósil en una edad de 298 millones de años, al comienzo del Pérmico. En la época en que la ceniza volcánica sepultó este bosque, las placas continentales derivaban en distribuciones muy distintas a las de hoy, las actuales Europa y América estaban unidas y China era un continente aparte. En ese período prehistórico las placas continentales se estaban moviendo entre sí formando el supercontinente Pangea. La tierra se acumulaba en torno al ecuador y el clima era tropical. El estudio de estos fósiles permitirá investigar también sobre el clima de la época y aprender más sobre los patrones de cambio climático en nuestros días, ya que el clima era similar al del momento actual.


En su día, el bosque que fue sepultado por ceniza volcánica, era poblado por árboles de hasta 25 metros de altura. Una captura de todo un ecosistema forestal almacenado en grano fino, desde los matorrales y musgos hasta los gigantes arbóreos de la época. Si bien los fósiles no se mantienen en pie —son vestigios impresos sobre planchas de piedra— están magníficamente preservados in situ. El yacimiento fósil, de una extensión inusualmente grande, ha permitido reconstruir la composición botánica y la estructura de un primitivo bosque del Pérmico, una época geológica anterior incluso a la época de los dinosaurios.

Comparado a hallazgos de la misma época procedentes de Sajonia (Alemania), Puertollano (España) y la Antártida, muestra similitudes y diferencias en las poblaciones vegetales. Cordaites y Sigillaria forman la cúpula del bosque; un piso intermedio formado por helechos arborescentes, Calamites, Noeggerathiales y árboles pequeños parece distribuirse de manera diferenciada según la composición del sustrato. Todo un tesoro de información sobre los ecosistemas forestales de una época perdida que la ciencia actual permite reconstruir y conocer. El suelo de aquellos primitivos ecosistemas forestales era un terreno pantanoso, similar a una turbera actual, en la que prosperaban plantas primitivas como helechos arborescentes y otras formas vegetales de grandes dimensiones pero poco parecidas a los árboles actuales, ya que, por ejemplo, las coníferas actuales y las plantas con flor no existían todavía.

Pfefferkorn y sus colegas asiáticos han encontrado también hojas, ramas, troncos y conos fructíferos conservados íntegramente. Además, los investigadores pudieron usar la ubicación actual de cada una de las plantas para entender cómo se distribuían en el bosque originario. Identificaron cada espécimen y lo localizaron en un mapa, reconstruyendo así la estructura y ecología de la formación vegetal de la antigüedad. Los autores creen que esas excepcional condiciones de conservación se deben a que la erupción volcánica cubrió con grandes cantidades de ceniza todo el bosque en apenas unos días. Eso hizo que todos los árboles cayeran rápidamente en la ubicación donde crecían y quedaran protegidos de toda perturbación posterior. En consecuencia, lo que quedó es como una fotografía exacta de aquel pantano del Pérmico.

Los investigadores han identificado seis grupos de plantas, con helechos arborescentes formando el estrato más bajo y un dosel más alto compuesto por especies del grupo Cordaites - una conífera primigenia- y del grupo Sigillaria, un tipo de plantas relacionadas con los actuales musgos, productora de esporas y que alcanzaba tamaño arbóreo. Las copas más altas podían estar a 25 metros de altura, aseguran los investigadores. 

Los paleontólogos también han desenterrado ejemplares casi completos de tres especies del grupo Noeggerathiales, un tipo de árboles productores de esporas que no han dejado descendientes en la actualidad. El fragmento de bosque desenterrado alcanza los 1.000 metros cuadrados lo que ha permitido ver que las especies no se distribuían de forma homogénea, sino que en ciertos lugares predominaban los Noeggerathiales y en otros lugares no.

El 2012 fue un año afortunado para los paleobotánicos. Aparte del descubrimiento del bosque fosilizado de China, se descubrió otro  bosque fosilizado también de 300 millones de años de antigüedad pero en el estado de Illinois, EE. UU. Se considera el mayor fragmento hallado de bosque lluvioso, 50 veces más grande que todos los descubiertos anteriormente. Está encapsulado en una «caja» de carbón que preservó de la descomposición árboles, helechos e incluso alas de cucarachas en su estado original. Esta capa de carbón apareció gracias al calentamiento global que causó el aumento drástico del nivel del agua que inundó las selvas del territorio de Norteamérica y Europa y las ahogó con el sedimento. El bosque está enterrado en ocho minas cuya profundidad es de entre 75 y 260 metros y los científicos suponen que se extiende a lo largo de unos 160 kilómetros. 

En su estudio de este antiguo ecosistema forestal, los investigadores también encontraron evidencias de un río de la amplitud del Mississippi que serpentea por la selva fosilizada, pero muy pocos restos de animales, excepto las cucarachas, ya que los otros animales podían huir de la inundación. Los científicos explican que las aves todavía no se habían desarrollado durante esta era, pero los insectos crecieron de una manera desmesurada en un medio ambiente rico en oxígeno que fue propicio para producir libélulas del tamaño de una urraca y milpiés de casi dos metros.

«Es extraordinariamente raro encontrar un bosque fosilizado de cualquier tamaño», comentó el paleo-botánico Kirk Johnson del Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver. «Por lo general, son solo unos pocos árboles aquí y allá, pero aquí podemos observar una geografía antigua inaudita anteriormente», concluyó.

Seguramente los descubrimientos de los bosques petrificados prehistóricos nos permitirán conocer más sobre la dinámica de los ecosistemas forestales antiguos y sobre las variaciones en la vegetación de nuestros días por efecto del cambio climático.


* El autor es Director Periodístico de Hora 25



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