miércoles, 11 de noviembre de 2015

Ecosistema del desierto mendocino

En Mendoza la progresiva desertificación de la provincia no pasó inadvertida entre los científicos e investigaciones que llevan adelante los distintos organismos nacionales y mundiales que trabajan en temas relacionados con el cuidado del medio ambiente.


Redacción Hora 25 Forestal


¿Qué es un desierto?

Desierto (Del latín desertus), es un lugar despoblado e inhabitado. Los desiertos forman la zona emergida más extensa del planeta: su superficie total es de 50 millones de kilómetros cuadrados, aproximadamente un tercio de la superficie terrestre. Esto es el 30% de las tierras emergidas, (16% desiertos cálidos y 14% desiertos fríos). Dicho con otras palabras, las zonas áridas del planeta ocupan más de 6 billones de hectáreas. Cerca de 1 billón de hectáreas son desiertos naturalmente hiperáridos, mientras que los 5 billones restantes son regiones áridas, semiáridas y áridas subhúmedas. Un desierto puede ser un terreno arenoso o pedregoso que carece de vegetación debido a la escasez de precipitaciones. En este caso, un desierto es un ecosistema o un bioma que recibe menos de 250 milímetros de precipitaciones al año. Un desierto tiene reputación de tener poca vida, pero eso depende de la clase de desierto; en muchos existe vida abundante, la vegetación se adapta a la poca humedad y la fauna usualmente se esconde durante el día para preservar humedad, lo que significa que un ecosistema desértico es árido, su mayor característica y por ende, ni siquiera las tecnologías del presente hacen sustentable el establecimiento de grupos sociales. En consecuencia podemos decir que los desiertos son: 

Regiones con precipitaciones escasas e irregulares, por lo tanto, no puede predecirse exactamente cúanto y cuándo va a llover. Además, debemos considerar que en los desiertos es escasa el agua disponible para las plantas. De esta manera, los polos también se consideran desiertos porque a pesar de que el agua está presente en forma de hielo, no está disponible para el desarrollo de la vegetación.

— Regiones con baja humedad atmosférica relativa, la cual en otros ambientes funciona como amortiguadora de las temperaturas. Al ser tan baja la humedad atmosférica relativa, el 90% de la energía solar llega a la superficie de la tierra durante el día, provocando las altas temperaturas características. Durante la noche, aproximadamente el 90% de esta energía se libera y la temperatura desciende bruscamente. Así se explican las grandes amplitudes térmicas de las zonas áridas. Esto contrasta con el efecto amortiguador de la temperatura, que tiene la humedad atmosférica, en los ambientes húmedos. En estos últimos, durante el día la superficie de la tierra sólo absorbe el 40% de la radiación solar y en la noche el porcentaje de radiación reflejada alcanza sólo el 50%.

— Regiones con vientos frecuentes y violentos, característicos de cada desierto. En el caso mendocino, es el viento Zonda. En base a lo anterior, podemos decir que los principales factores limitantes para la vida de los organismos en las zonas áridas son: la escasez de agua disponible para las plantas, las temperaturas extremas y la baja humedad relativa. La conjugación de estos factores provoca una elevada pérdida de agua por evapotranspiración, que en los desiertos es muy intensa y está acentuada por los vientos fuertes y secos. Además, la productividad primaria es baja porque el desarrollo de los productores en el ecosistema está fuertemente limitado por las condiciones climáticas.

El origen del desierto mendocino

El desierto mendocino es resultado del efecto de una barrera orográfica sobre el clima. En este caso, la cordillera de los Andes actúa como barrera que impide el paso del aire cargado de humedad proveniente del mar. Entonces, el aire húmedo del Océano Pacífico llega seco, después de descargar su humedad (en forma de lluvia y nieve) en Chile y en las altas cumbres.

Casi la totalidad de la provincia de Mendoza es desierto, desde la región Altoandina (a casi 7000 msnm) hasta las llanuras del este (menos de 500 msnm). A lo largo de la historia, los “oasis“, la cordillera y las llanuras del este fueron destinados a diferentes actividades humanas.

El hombre habita principalmente los “oasis”, que son zonas irrigadas artificialmente y dedicadas a la agricultura y al establecimiento de poblaciones. Los oasis ocupan solamente el 3% de la superficie de la provincia. El riego fue practicado primeramente por los huarpes, bajo influencia incaica, y durante el dominio español las zonas regadas se ampliaron. Posteriormente, continuaron extendiéndose y perfeccionándose tecnológicamente. En estos oasis, los ecosistemas naturales han sido reemplazados por ecosistemas humanos donde las especies vegetales y animales autóctonas se encuentran poco o nada representadas. Así, el hombre avanzó sobre las tierras desérticas acondicionándolas para ser usadas en la producción agrícola. Éste ha sido un trabajo humano intenso y de elevado costo que ha llevado al aprovechamiento de suelos inicialmente no aptos para la agricultura. De esta forma, se logró cultivar vid, olivos, cerezos, almendros, durazneros, ciruelos, damascos, perales, membrilleros, manzanos y hortalizas.

En la actualidad, el gran crecimiento de las ciudades provoca la expansión urbana hacia las zonas cultivadas. Este avance no planificado de las ciudades sobre las zonas agrícolas produce grandes pérdidas económicas a la provincia, que en algún momento invirtió parte de su presupuesto en irrigar tierras y hacerlas aptas para el cultivo.

Cuando nos alejamos de los oasis, el paisaje que percibimos es el que más se acerca a la región árida de la cual formamos parte y que ocupa el 97% de la superficie de la provincia. El desierto mendocino se forma por el aporte de tres regiones biogeográficas de la Argentina: el Monte, la región Altoandina y la Patagonia.

Si bien en la actualidad nuestros ecosistemas de desierto están muy modificados por las actividades del hombre (tala indiscriminada, sobrepastoreo, quema, etc.), aún siguen encerrando una gran riqueza de animales y plantas nativas. Cada uno de estos seres vivos juega su papel dentro del ecosistema y posee adaptaciones que le permiten soportar las condiciones rigurosas de la aridez.


Mendoza, uno de los sitios del país más afectados por la desertificación

El hecho de que la totalidad del territorio provincial esté afectado por un complejo proceso de desertificación, no pasó inadvertido entre las investigaciones que llevan adelante los distintos organismos que trabajan a nivel local, nacional y mundial en temas relacionados con el cuidado del medio ambiente.

De hecho, dentro del mapa argentino, Mendoza se ubica como uno de los sitios del país más afectados por este fenómeno. Incluso, el desierto lavallino es tema de análisis junto a otras regiones como la Puna, los Valles Áridos del Noroeste y Esquel, ubicado en la Patagonia.


El avance de la desertificación en el territorio mendocino

Por sus características geográficas y el estado complejo de su suelo, sumado a un deterioro en la calidad de vida de su población, el desierto de Lavalle fue la zona priorizada en el análisis. Es que allí, desde hace años un grupo de científicos mendocinos ha llevado adelante una serie de actividades para revertir esta realidad a través de emprendimientos productivos.

Sobre una extensión de un millón de hectáreas, este desierto es uno de los más áridos de la Argentina. Es que, a lo largo de varias décadas, la zona estuvo sometida a un fuerte proceso de desertificación. Esto significa que a los condicionantes climáticos y geográficos naturales se suma el impacto humano. 

La misma historia de Mendoza explica las causas. Según el primer diagnóstico que analiza la problemática en la zona, tres factores fundamentales desencadenaron la actual realidad que viven unos seis mil pobladores del desierto lavallino. Uno de ellos es la escasez de agua (subterránea y superficial) tanto en cantidad como en calidad a raíz del cambio de curso del río Mendoza para crear el oasis.


Mendoza, afectada al 100%

El avance de la desertificación, que a la vez es causa y consecuencia del cambio climático que se da a nivel mundial desde hace años, no sólo ha afectado las regiones más críticas. Lejos de eso, ni siquiera la región de oasis ha quedado a salvo en este mal. Inconvenientes como la salinización de la tierra y el ascenso de la napa freática en regiones de cultivos (a raíz del riego incorrecto) así como el avance de la ciudad sobre el pedemonte, son sólo algunos ejemplos.

Ecosistema del ambiente desértico mendocino

Un fenómeno que ha incidido fuertemente en la desertificación del suelo mendocino se relaciona con la extracción del bosque de algarrobos que fue talado en su totalidad a principios del siglo pasado de la mano de la industrialización.

Sin ir más lejos, según una serie de investigaciones basadas en datos del ex ferrocarril, entre 1931 y 1934 se deforestó en esas tierras un millón de toneladas de ese recurso natural sobre 200 mil hectáreas. El destino de la madera era sostener los viñedos recién plantados y utilizarlos para carbón.

El tercer inconveniente está asociado a los problemas que los pobladores tuvieron que enfrentar en relación con la tenencia y posesión de a tierra. Todo en conjunto lleva a una situación de pobreza extrema y saturación del suelo.

Para dar un ejemplo de ecosistema del ambiente desértico mendocino describiremos una de las tramas tróficas del Monte. Uno productor puede ser el algarrobo, considerado «especie clave» en los ambientes desérticos por ser un recurso importante para otras especies, brindar hábitats para distintos organismos y modificar el suelo y la disponibilidad de agua. Muchas especies animales son consumidores del algarrobo, ya que se alimentan de sus hojas, raíces, flores, semillas y frutos. Los roedores silvestres, el ganado doméstico, vizcachas y guanacos, aves, insectos son algunos de los herbívoros que utilizan el algarrobo como recurso alimentario.


Algarrobo

Algarrobo histórico en Lavalle.
Las hojas del algarrobo son alimento de numerosos insectos herbívoros como chinches y escarabajos; sus flores son muy atractivas para las abejas melíferas y otros insectos que se alimentan de su néctar y polen. La mara y la vizcacha comen sus vainas (fruto del algarrobo), transportando las semillas en su sistema digestivo. Estas semillas son eliminadas a través de las heces, en lugares alejados de la planta madre lo que les permite aprovechar recursos para germinar y colonizar otros ambientes. El algarrobo sirve también de alimento a la flor de tierra, una planta parásita que le quita la savia de las raíces.

Algunos de los consumidores secundarios de nuestros desiertos son el zorro y el puma entre los de mayor tamaño. También hay aves predadoras como la lechucita de las vizcacheras o los halconcitos. Otro grupo de predadores son los arácnidos como escorpiones y arañas, estas últimas tienen complicados comportamientos para cazar como la elaboración de espectaculares telas pegajosas donde los insectos voladores quedan atrapados.

Algarrobo histórico en el área fundacional de Villa Tulumaya, Lavalle.

Los descomponedores del desierto, hongos y bacterias, se encargan de eliminar los cadáveres y completar el ciclo de los materiales devolviendo al suelo la materia inorgánica que luego reutilizarán las plantas. Los hongos y bacterias no son tan abundantes en el desierto como en otros ambientes debido a la falta de humedad del suelo. Esto aumenta la importancia de los insectos detritívoros quienes fragmentan los restos de materiales dejándolos más expuestos a la acción de los descomponedores.



Fuente: CRICYT | CONICET - Mendoza)


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