“Las pérdidas de bosques y las que se registran en el último tiempo son fundamentalmente por erupción o actividad volcánica o por incendios forestales”, dijo recientemente Verónica Oyarzún, encargada del Departamento de Monitoreo de Ecosistemas Vegetales de Conaf, a los medios de comunicación.
Ciertamente, todo lo que se diga o se difunda en relación a los desarrollos emblemáticos que se han producido en el sector forestal en Chile no son fruto del azar, sino del trabajo constante y fundado en sólida tecnología, conocimiento científico y gestión, tanto del sector público como privado, y que sin dudas ha contribuido a marcar el liderazgo que en esas materias tiene Chile hoy a nivel mundial.
Es que la deforestación, más allá de las definiciones, es la tala voluntaria de bosques con distintos fines; la sustitución por siembras agrícolas o simplemente la corta de bosques para uso de la madera. Conaf bien señala que lo que ha ocurrido en Chile es pérdida de cubierta arbórea, por accidentes naturales o por incendios, que no necesariamente implican el uso de la madera para algún propósito.
Este éxito se debe a una multiplicidad de factores. Primero, el impulso de la iniciativa privada al haber forestado más de 2.700.000 hectáreas de bosques plantados que han salvado al bosque natural, ya que el abastecimiento de maderas para la construcción y otros usos, así como el desarrollo de la industria de los tableros a base de madera y la celulosa y el papel, se han realizado a expensas de los bosques plantados y no del bosque natural. Segundo, al desempeño de la Conaf, la institución pública a cargo de la regulación forestal y del manejo de los parques nacionales, que lo ha hecho exitosamente a pesar del menguado presupuesto. Y, en tercer lugar, por la capacidad de la ingeniería forestal nacional.
Pero no solo ello, el sector forestal privado ha tenido notables éxitos en sus inversiones en el extranjero, como en Estados Unidos, Brasil, Argentina y Uruguay. El mes de mayo recién pasado entró en operaciones la planta de celulosa más grande de Sudamérica: Guaíba II, de CMPC, en Brasil, mientras que un poco antes se había inaugurado la planta de celulosa de Montes del Plata, con 50% de capital chileno, de Arauco, y el otro 50% con inversión de la sueco-finlandesesa Stora Enso. Sin embargo, ambos proyectos con preminencia de gestión de equipos de ingeniería nacional.
Muy afortunadamente a fines de julio se anunció que la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados había aprobado la extensión del subsidio a la forestación, ojalá esta iniciativa legislativa no corra la misma suerte de la ley del bosque nativo, que tardó más de 12 años en ser aprobada. Las plantaciones aunque son de rápido crecimiento tardan años en madurar, por ello es fundamental que este proyecto se apruebe prontamente, no solo para fortalecer la provisión de materia prima a una industria en expansión, especialmente aquella gestionada por las pyme-madereras, sino que además para frenar el incesante traslado de suelos a los cauces que recorren el país de cordillera a mar y que terminan siendo el sedimento en las barras de la mayoría de los ríos y a la subsecuente pérdida del capital permanente, en el cual se sustenta toda la actividad forestal.
(lignum.cl)
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