viernes, 25 de septiembre de 2015

El bosque argentino está (des)encantado


Por: Susana Merlo


Probablemente junto con la carne vacuna, la forestación argentina sea uno de los rubros más valorados internacionalmente. Calidad de las maderas, tasas de crecimiento extraordinarias y vastas extensiones para desarrollar la actividad, aún inexploradas, forman parte del atractivo.

Mientras en la actualidad los bosques nativos rondan las 55 millones de hectáreas (el 20% en área roja de preservación), hay al menos 31 millones de hectáreas potenciales para desarrollar los bosques implantados y, con variedad de climas y alturas, que permiten el desarrollo de distintas especies y variedades, lo que daría unos 5 millones de metros cúbicos de madera para uso sostenible por año. La realidad, sin embargo, muestra sólo poco más de 1,3 millón de hectáreas forestadas (básicamente con pino y eucaliptos), y que el balance de estos últimos años terminó siendo negativo entre lo que se tala (mayoritariamente implantado) y lo que se repone.

Las razones son variadas. Se trata de una inversión de mediano-largo plazo (entre 10-15 años), que requiere de sumas importantes para la implantación, y con algunos riesgos adicionales por el lado de la sanidad y los incendios que, en el caso de la Argentina, ni siquiera cuenta con los aviones hidrantes específicos que requiere la prevención y control. Todo esto, naturalmente, se suma a los efectos generales de la política económica sobre todos los sectores productivos.

Lo cierto es que mientras la Argentina, a pesar de sus posibilidades, va a la cola de las inversiones de este rubro en el Mercosur, detrás de Brasil, Chile y Uruguay, con un desarrollo que se hace cada vez más lento al punto que del potencial forestal de 80-100.000 hectáreas por año, en los últimos tiempos apenas se llegó a la mitad de esa superficie en los momentos de mayor apogeo, y ahora la cobertura anual oscila alrededor de apenas 25.000 hectáreas.

En general, debido al largo plazo que requiere la actividad, cuenta con políticas específicas de aliento en todos los países. También la Argentina tuvo durante años el IFONA (Instituto Forestal Nacional) que distribuía fondos no retornables para la implantación de bosques. Sin embargo, la imposibilidad de control sobre la efectiva realización de las plantaciones llevó a su disolución en los 90, sustituyéndose luego por una ley, la 25.080, ahora prorrogada hasta 2019 por la 26.432.


Norma legal

Esta norma legal fija beneficios fiscales para las plantaciones e industrias forestales (exención de sellos, estabilidad fiscal por 30 años, amortización acelerada, etc.) y también, un aporte no retornable de hasta el 80% del costo de implantación, para montes de hasta 300 hectáreas. La cifra disminuye al 20% hasta 500 hectáreas. El desembolso se materializa con la comprobación de la plantación realizada cuyo costo promedio, para la región de la Mesopotamia, está en unos $ 8.000 por hectárea.

Sin embargo, a las demoras crecientes en los desembolsos que se fueron dando en estos años, ahora AFOA (Asociación Forestal Argentina) alerta que "ante la falta de fondos para atender la ley, los pequeños y medianos forestadores han dejado de plantar, afectando seriamente economías regionales del país como Misiones, Corrientes, Entre Ríos, el Delta entrerriano y bonaerense, y la Patagonia, entre otras".

La preocupación no es menor, ya que en los últimos 3 años, Agricultura asignó sólo $ 100 millones por año con este fin, lo que al costo de hoy ($ 8.000 de los que se reintegran $ 6.000) apenas alcanzaría para no más de 15.000 hectáreas, ya que otra parte se debe destinar a raleos y limpieza. La situación, provocó el atraso de desembolsos de planes de hasta 3 campañas atrás.

Según AFOA, "esta situación provocó que los forestadores corten y no planten nuevamente, perdiéndose varios miles de hectáreas de patrimonio forestal, y poniéndose en riesgo miles de puestos de trabajo a nivel nacional en toda la cadena de valor".

En el mercado

Según los analistas del sector, la situación de mercados hoy no es "floreciente", aunque el Eucaliuptus Grandis atraviesa un buen momento ya que está sustituyendo a maderas de color que se importaban. En pino, la situación no es tan alentadora por caída de la demanda de la construcción local, mientras que el mercado internacional no termina de acomodarse tras la explosión de la burbuja estadounidense en 2008. Según reconocen, en aquel momento, con la tala de una hectárea de pino, Argentina podía replantar otras 7, mientras que ahora la relación es 1 a 3.

Sin embargo, la forestación no se puede evaluar coyunturalmente, y las perspectivas son muy positivas, y no sólo porque el consumo -interno y externo- se encuentra por debajo de la media, sino también por la creciente sustitución de materiales y fibras sintéticas, por las naturales, y por el crecimiento de los "servicios" ambientales (bonos de mitigación, carbono, etc.) que aportan planes como la forestación que captan anhídrido carbónico y devuelven oxígeno al ambiente.

Para la Argentina las posibilidades están intactas, tanto que sólo para la Mesopotamia la forestación es considerada como equivalente al proyecto de energía fósil de Vaca Muerta. Y, para magnificar el potencial, vale recordar que la Argentina cuenta con al menos 31 millones de hectáreas para forestar, mientras que Chile con sólo 2 millones es un líder mundial y exporta más de u$s 6.000 millones de productos forestales por año. 


(ambito.com)

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